ni nada que amortigüe el golpe.
Como un cazo de agua hirviendo,
derramándose sobre mi cuerpo.
Como si me golpearan con un mazo,
cada uno de mis huesos.
Como si me retorcieran el pescuezo.
Fue como una muerte interna lenta,
que debilita las piernas, y aprisiona las venas.
Como una piedra en mi garganta,
que me impidió gritar, no te vayas.
Como una inyección de veneno
directa al corazón.
Como la matanza de una pitón,
o el arañazo de un león.
Fue fatídico el día,
que me dijiste adiós,
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